Los pioneros que recorrieron las praderas americanas eran gente valerosa y a menudo desesperada. Dejaban a sus espaldas condiciones de vida bastante duras y emprendían la marcha en busca de un lugar que ofreciese mejores posibilidades de vida.

Arrastrados por caballos, los pesados carros Conestoga de cuatro ruedas estaban cubiertos por una lona tendida sobre un bastidor circular que protegía la carga y a las personas. Avanzaban serpenteando en largas filas. Emprender el viaje en solitario era muy arriesgado a causa de las asperezas de la pista, que atravesaba nos y salvaba montañas; por los temibles encuentros con los indios hostiles o los forajidos, o bien por las posibles emergencias como algún caballo que se quedase cojo, la rotura de un carro, enfermedades, etc.

Los pioneros eran en su mayoría agricultores y, tras el largo viaje, les esperaba un teneno llano en el que construirse una casa y empezar a trabajar con dureza para obtener algo con que vivir. Por esto, no sólo metían en el cano como en una caravana o en un campero de hoy lo necesario para el viaje, sino también utensilios agrícolas, simientes, ollas, platos y demás cosas que podían servirles para empezar una nueva vida.