¿Cómo identificaban los polinesios sus islas?
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Los isleños de la Micronesia se guían, en sus viajes por el Pacífico, no sólo por las estrellas sino también por patrones de olas característicos, originados por las peculiares estructuras submarinas que se encuentran en alta mar. Del mismo modo, los piratas eran capaces de descubrir islas mirando la forma de las olas del mar…

El fenómeno físico responsable de ello es difícil de ver porque se oculta en nuestra vida diaria: es la difracción, que debemos entender como la capacidad de las ondas para “volver las esquinas”. Gracias a ella podemos escuchar una conversación detrás de una tapia –sin contar, naturalmente, la parte del sonido que se propaga a través de la pared– o que haya algo de oleaje detrás de los malecones de los puertos.

En esencia, las olas se «esparcen» alrededor del borde del obstáculo y se propagan por lugares donde, como el malecón, no debería haber oleaje. Este hecho fue descrito maravillosamente por Thomas Young, en 1801, cuando en dos famosos artículos expuso lo que llamaba la ley general de la interferencia luminosa.

Young demostró que la luz también «doblaba la esquina», pero no tan exageradamente como las olas en un estanque. Y es gracias a la difracción de la luz con la que hemos conseguido obtener la estructura del ADN.